viernes, 7 de abril de 2017

Depresión: ¿me siento con suerte?

La siguiente entrada es de autoría de Mabel Fuentes, socia de ARP-SAPC, RedUNE y APETP, que participa en el Día de la Depresión con este artículo:
Cuando desde ARP-SAPC nos propusieron colaborar con un artículo para el Día de la Depresión pensé que sería interesante observar qué grado de desinformación hay al respecto en Internet. Esa sería una tarea un tanto vasta, así que me centré finalmente en obtener una pequeña muestra que pueda dibujar la imagen que una persona corriente puede llevarse sobre la depresión y su tratamiento a tan solo unos tecleos y unos clics de distancia.

He realizado un pequeño examen poniéndome en el lugar de un afectado que busca sobre depresión en Internet. He examinado los primeros cinco resultados de tres búsquedas diferentes desde mi ordenador y vía Google que son: «tengo depresión», «superar la depresión» y «qué hacer con depresión». He anotado cuatro características: qué profesión dice ejercer el autor, si hace diagnósticos, promueve el autodiagnóstico o proporciona pautas a modo de tratamiento, si recomienda alguna terapia y, si es psicológica, de qué orientación y, finalmente, si recomienda acudir a un sanitario especialista. He apuntado las respuestas en esta tabla: https://docs.google.com/spreadsheets/d/1J_rHT4SeKDx-OCgMp255gICA7wvacZpM8PDVurdSabI/edit?usp=sharing


He obviado los resultados de anuncios; he saltado al siguiente resultado en el caso de que un vínculo ya hubiese sido recogido en una búsqueda anterior y he obviado páginas cuyo contenido no parece estar tan dirigido a personas que creen estar deprimidas, y que por lo tanto entiendo que no serían visitadas por este perfil de usuario (por ejemplo, «qué hacer si crees que tu hijo adolescente tiene depresión»).

Antes de recabar los datos, creía que me iba a encontrar con una situación mucho más grave de lo que después he podido ver. Pensaba que la mayoría de los resultados propondrían pseudoterapias como propuesta de tratamiento, así como mucho artículo con consejos médicos o psicológicos escritos por personas que no son profesionales sanitarios. Sin embargo, he encontrado que la mayoría de los autores de las entradas consultadas dicen ser psicólogos, y también la mayoría aconsejan desde el primer momento acudir a un especialista si crees que puedes estar sufriendo depresión.

Sea como sea, debemos prestar atención a los resultados que hacen saltar nuestras alarmas, y sobre ellos me gustaría realizar algunos comentarios.

Cuatro de los quince resultados (tres de ellos han sido los primeros obtenidos) proponen la realización de un test para saber si tienes o no depresión, de manera que se lanzan a emitir un diagnóstico en línea. Lo he completado con síntomas propios de depresión y todas las páginas aconsejan acudir a un especialista. Una de las páginas dice, en presente de indicativo, «padeces un síndrome depresivo entre moderado y grave». Todos los test niegan su capacidad diagnóstica.

Ha sido muy habitual encontrar la idea de que si quieres, puedes. La gran mayoría de las páginas proponen pautas, consejos, acciones que puedes llevar a cabo para superar la depresión. Si bien la mayoría también recomiendan la visita a un especialista, en muchas de ellas este consejo ocupa un espacio anecdótico, y se transmite la idea de que puedes superarlo solo. En dos de las páginas consultadas se ofrecían consejos para superar la depresión sin recurrir al uso de fármacos.

En esta línea, un ejemplo ilustrativo a modo de muestra del tipo de consejos que suelen verter la mayoría de los resultados obtenidos sería esta web: http://www.rinconpsicologia.com/2010/11/como-combatir-la-depresion-siete.html

Como podemos leer en el punto 7, se llegan a enunciar contenidos contradictorios:


El punto lo encabeza el imperativo «decide vencer la depresión» para acto seguido enunciar que «no basta con la fuerza de voluntad». La última frase puede ser demoledora para alguien que siente que está sufriendo depresión: implícitamente se está diciendo que estás en la obligación de superarla, pero que al mismo tiempo no está en tu mano. ¿En qué quedamos? Considero, en mi opinión, que se trata de un conjunto de ideas que pueden resultar muy confusas para alguien que teme encontrarse en una condición médica severa.

En cinco resultados, la información era vertida por un autor cuya profesión era desconocida o no era profesional sanitario. Uno de esos resultados era este: https://salud.uncomo.com/articulo/como-saber-si-tengo-depresion-23049.html en el que alguien que dice ser productora audiovisual y periodista está dando claves para que el usuario se autodiagnostique, o visto de otro modo, alguien que está informando públicamente sobre salud sin ser profesional sanitario, cosa que viola la ley sanitaria vigente, tal y como se desprende de la Ley 44/2003, de 21 de noviembre, de ordenación de las profesiones sanitarias, la Ley 14/1996, de 25 de abril, General de Sanidad, y la Ley 33/2011, de 4 de octubre, General de Salud Pública.

En resumen, tengo la impresión de que, aunque la información vertida podría ser mucho peor, el afectado que recurra a Google buscando una salida va a toparse con una imagen frívola y trivial de la depresión, una imagen que responde más a los intereses del clickbait que a la verdadera intención por ayudar a los demás que debe tener un sanitario. Esa imagen se construye a través de los consejos que son dados, los cuales, en mi opinión, vienen a banalizar los síntomas y las necesidades de alguien depresivo. Un cuadro que tiene muchos tipos de expresiones y muchas particularidades, y que en estos casos, queda reducido a una visión simplista y reduccionista de la realidad clínica. Estas representaciones hacen un flaco favor a la psicología y la psiquiatría (no olvidemos que la mayoría de artículos vienen referidos por personas que dicen ser psicólogos), ya que el afectado que busca información puede generarse una imagen distorsionada del tratamiento y de los profesionales, y puede menospreciar la labor de estos, cosa que puede disuadirle de pedir la ayuda correspondiente, retrasar su diagnóstico y tratamiento, si es que no, en el peor de los casos, evitarlo.

"Acompañando" la depresión.

Anteriormente ya hemos hablado, bastante, de una de las sectas pseudoterapéuticas más peligrosas de la actualidad, la "Bioneuroemoción". Normalmente me centro en la faceta pseudocientífica de los sus postulados, pero esta vez es importante subrayar el componente de estafa formativa que aboca a que gente sin cualificación alguna (y lo que es peor, completamente desnortados por dichos postulados), acabe teniendo la salud mental de terceros en sus manos.


Como recordatorio, la "Bioneuroemoción" propone que "todo lo malo que nos sucede en la vida es una petición que hacemos al Universo para que nos llame la atención sobre un conflicto emocional inconsciente no resuelto", ahí es nada.

Esta premisa ya es capaz de llevar a la locura a gente sin problemas, que acaba preguntándose en serio cosas como (casos reales) "¿para qué le he pedido al Universo que se me fundan las bombillas de casa?" o "¿para qué le he pedido al Universo que me cague una paloma encima?", y a quienes se les acaba respondiendo cosas como "la electricidad simboliza al padre, así que tienes un conflicto con el padre" o "¿qué es lo que no quieres dejar ir en tu familia?".



Imaginad qué no ocurrirá cuando es una persona con un problema tan serio como la depresión quien entra en una de estas consultas de "acompañantes en bioneuroemoción" ("acompañante" es el término legalmente seguro para denominarse "terapeutas"), y a quienes se les "receta" dejar el trabajo y a la pareja. Podéis leer el dramático caso que recibimos en RedUNE aquí.


También hicimos un análisis del caso, junto con Vary Ingweion y Psiqetal, aquí:



Ojalá algún día pueda recordar casos como este como una mala pesadilla que ya no se volverán a repetir. Ahora mismo estamos muy lejos de ese día...

lunes, 3 de abril de 2017

You had one job


En el periodismo solo importa una cosa realmente: difundir información veraz. Luego se le añaden reglas no escritas, o sí escritas, como que las noticias sean actuales o que, en temas de opinión, se busque un trato de equidistancia, pero lo que prima es el contraste crítico de la información. Un periodista  es (o debería ser), ante todo, un escéptico. Debería consultar su propia fecha de nacimiento en el registro y no conformarse con lo que su madre le haya dicho.

Pero esto tan simple hace tiempo que es más raro de ver que un bigfoot montado en unicornio; nos hemos acostumbrado a encontrar noticias donde se reproducen (la palabra técnica exacta sería «excretan») afirmaciones ya no poco veraces, sino imposibles, sin que nadie levante una ceja. Por ejemplo, sobre la «alergia al WIFI». A menudo me pregunto qué pasaría si, por ejemplo, al cubrir una noticia de un partido amistoso entre los dos mejores equipos de fútbol en el que el resultado fuera 3-0, el periodista publicara que el partido acabó con un 2-0 en el marcador. Un cambio mínimo y del todo irrelevante. Y qué pasaría si un periodista dijera que el cáncer se cura con dietas.

La segunda noticia puede costar vidas; la primera, da igual. Sin embargo, el primer periodista probablemente se vería de inmediato de patitas en la calle (probablemente en un marco de abucheo popular), mientras que el segundo seguirá siendo, además de un incompetente redomado, un peligro para el ciudadano.

A menudo, además, será un incompetente que aplica la equidistancia donde no procede: en entornos donde no se están expresando opiniones, sino hechos, en entornos donde la calidad de quien hace las aportaciones son como el cielo y la tierra (como podría ser, hablando del VIH, las del presidente de una asociación de inmunología y de un agricultor iletrado) o el mero hecho de crear debates inexistentes donde no los hay (como la mera existencia del VIH, los chemtrails, el terraplanismo...).

Si se cruza  una estrella fugaz y alguien protesta, no faltan los «balones fuera», otra seña de un mal periodista, que raramente admitirá equivocarse; hablará de libertad de expresión, igualdad de los ciudadanos ante la ley, o que la nota de prensa sobre la curación del cáncer con sugus le ha llegado del prestigioso instituto internacional de curación del cáncer con sugus, y se han limitado a reproducirlo.

Hay periodistas, demasiados, a los que se podría sustituir por un mono mal amaestrado en machacar ctrl+c, ctrl+v, y la única diferencia sería que, al menos, no habría que soportar las malas excusas del segundo.

Un periodista solo tiene una única cosa de la que asegurarse: de que la información vertida por él sea veraz. Si no pretenden hacerlo por ser costoso, o por pereza, o por pecar de confiados, o lo que sea, mejor sería que dejaran el carnet sobre la mesa y se metieran a porteros de edificio (con todo mi respeto para la profesión).