domingo, 15 de mayo de 2016

Un estudio dice que...

A veces el peligro de la charlatanería no está en las pseudociencias, sino en la propia ciencia. Hace falta entender correctamente cómo funciona el sistema actual de publicaciones para saber que, igual que una golondrina no hace verano, una publicación individual (incluso en la revista más prestigiosa) no supone necesariamente una evidencia.

La metodología científica, por desmitificarla, es "solo" una forma de indagar en la realidad intentando minimizar los enormes sesgos cognitivos que, como monos alopécicos que somos (preparados para huir de leones, no para percibir el fondo cósmico de microondas o, simplemente, que es la tierra la que rota alrededor del sol), arrastramos en nuestro procesado de las cosas del día a día.

Los ensayos en ciencia pueden estar mal hechos, o bien hechos pero mal interpretados, o bien interpretados pero mal comunicados en prensa, o permutaciones varias de lo anterior (o todo estupendamente hecho, por supuesto). No pocas pseudociencias se tratan de arropar con el manto de estudios mal hechos pero publicados.

Una forma en la que algunos entendemos la ciencia se puede resumir en el antiguo dicho "se puede engañar a todo el mundo durante un tiempo, y se puede engañar a alguien todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo". Los avances científicos llevan su tiempo de aposentamiento, crítica, revisiones, y no es inusual que algo supuestamente probado acabe en el limbo de los estudios que nadie vuelve a mencionar por no coincidir con otros ensayos posteriores más acertados. La casuística es enorme.

Pese a todo lo anterior, no hay que olvidar que el método científico es la mejor metodología para interrogar al mundo que nos rodea (al universo, más bien). Imagina, si el propio método es así de imperfecto, cómo serán las propuestas que no se basan en él.

Te recomiendo mucho este artículo, donde se hace un repaso pormenorizado del tema y, por supuesto, libros como "Mala Ciencia" de Ben Goldacre, o "Convencidos, pero equivocados", de Thomas Gilovich.

La arrogancia de la ciencia

Llevaba un tiempo queriendo escribir del tema, pero alguien se me ha adelantado y lo ha hecho de forma magistral.