domingo, 25 de octubre de 2015

No, yo es que sólo tomo lo que me interesa y lo demás lo desecho

Es lo que te responderán muchas personas que están metidas en terapias mágicas que incluyen algún tipo de deriva espiritual, como la bioneuroemoción o biodescodificación, las constelaciones familiares, los chakras, el reiki... El espíritu es como un cajón desastre en el que se pueden mezclar ideas  deslavazadas según nos convengan para un momento particular de nuestra vida. Es curioso que personas que dan tanta importancia al espíritu lo traten con tan poco criterio que lo conviertan en un batiburrillo desestructurado de ideas, la mayoría de las cuales no hay por dónde cogerlas porque, tal vez, las bases de las mismas entran dentro de lo que "desechan" porque no les cuadra.

El caso es que cualquier asunto en el que puedas tomar unas cosas y dejar otras ya deja patente su poca verosimilitud, y muchas veces una gran hipocresía.

En ciencia, por ejemplo, no se desechan las cosas arbitrariamente. Si alguien dice estar hablando de ciencia y vosotros consideráis que esa parte no os interesa y la podéis desechar, entonces no os está hablando de ciencia, está hablando de otra cosa. Porque tú no puedes desechar las sumas en Matemáticas, ni la circulación sanguínea en Medicina, ni las puertas lógicas en Tecnología. No puedes desechar la física newtoniana en Física, ni la evolución en Biología. Si lo haces, te estás cargando una parte fundamental sin la cual la materia no estará completa, y cualquier cosa que aprendas adolecerá de una base consistente.

Pongamos por ejemplo la bioneuroemoción, que es la que mejor conozco. Buena parte de su deriva espiritual parte de un concepto erróneo de física cuántica, según el cual si un observador mira unos electrones, estos colapsan, y si no, no. Se deduce, según ellos, que uno crea su propia realidad. El asunto es que dicho concepto es falso, y cuando se lo explicas a alguien y le haces comprender que la física no dice ni ha demostrado nada de lo que ellos piensan, entonces es cuando te sueltan el inefable: "Yo cojo lo que quiero y lo que no me interesa lo dejo". Y deciden, en consecuencia, aceptar la conclusión (que ellos crean su realidad) y rechazar el razonamiento que llevó a esa conclusión, porque es muy incómodo encontrarse con gente de ciencias que sabe más que tú y que te lleva la contraria.

Estamos, pues, frente a personas que creen en algo porque suena bien, porque da una perspectiva distinta de la vida y les induce a cambiar para mejorarla. Pero su base, al ser falsa, es tan precaria que, sin tener ningún fundamento al que aferrarse, estas personas pueden caer tan rápido como subieron.

No existe ninguna duda de que influimos en lo que nos rodea, especialmente en las personas. Si somos desagradables, nos quedaremos solos; si somos comprensivos y sabemos escuchar, ganaremos afectos; si somos alegres o tristes atraeremos a diferentes tipos de personas. La base de esto no es la física cuántica, es la interacción humana, la Psicología. Del mismo modo, si encendemos y apagamos innumerables veces una bombilla es más fácil que se funda; si prendemos fuego a un contenedor, lógicamente arderá; si nos emborrachamos y conducimos, podremos romper un muro, dañar un árbol o matarnos. Así que sí, nuestro comportamiento también influye en nuestro entorno, y esto no tiene que decírnoslo ningún gurú iluminado.

El problema es cuando te dicen que hay obras en tu calle porque tú has creado tu realidad, que alguien ha entrado en tu casa a robar porque tú lo has pedido, que se te ha fundido la tele porque tu inconsciente lo ha provocado para decirte algo. Y aducen que la base es la física cuántica. Pero dado que la base no es esa ni mucho menos, la afirmación no es más que una explicación gratuita, sin sentido, que hace que mucha gente se pregunte qué está haciendo mal para que su inconsciente se comporte de manera tan molesta. Y sufren inútilmente por ello.

Por eso, cuando desechéis algo porque no os gusta, pensad en todo lo que se concluía a partir de ello y desechadlo también. Construid una inteligencia emocional fuerte, consistente, basada en hechos claros y contundentes. Sólo así podréis hacer frente a la vida sin ansiedades absurdas, preocupaciones inventadas y, sobre todo, culpabilidades dañinas.

martes, 20 de octubre de 2015

El becario de la sección de marketing

¿Quién no se ha dado cuenta nunca de esos trucos de marketing que consiguen que fijes tu atención en un producto y, en ocasiones, te vendan lo mismo de siempre pero como si fuera lo más revolucionario que ha parido el Universo? Seguro que a todos nos suenan los eslóganes "nuevo sabor", "ahora enriquecido con vitaminas", "anunciado en televisión", o incluso con términos completamente sin sentido pero que lo hacen parecer más molón, como "con oxiaction", "bio-loquesea", "con tecnología infrarroja" o mi favorito desde que era pequeño y estaba aprendiendo algo de aeronáutica, un limpiador "con F-22". Un ejemplo práctico en el minuto 54 de este vídeo:


Bien, todos estos son ejemplos de lo que podemos llamar "el becario de la sección de marketing". Tenemos un producto que generalmente es invendible en su ámbito de mercado, pero cuando eso ocurre, podemos echar mano del genio de la mercadotecnia, un becario creativo que sabe cómo funciona la mente de la gente. Sabe que lo que suena exótico atrae, que lo que suena científico suena más confiable, que lo que se prefija "bio" suena a que tiene que ser bueno por narices. Tú le das un bloque de basura, él le pasa un pincel blanco haciendo una V y lo vende como "biotecnomemorias holísticas". Y le añade un "cuánticas" de propina, que siempre queda bien y además nadie quiere parecer el tonto de la clase y decir que no entiende qué significa. Si le descubren el truco, lo pasa por la licuadora, lo perfuma con colonia barata y obtiene lo que te venderá como "Kompost Energetika Milenaria 2000". Supongo que vas pillando la idea.

Aquí va una lista (no exhaustiva) de sus trabajos:

Cura sana, culito de rana + marketing = Homeopatía
Estelas de avión + marketing = Chemtrails
Pedruscos + marketing = Orgonitas
Meditación + marketing = Mindfulness
Asesoría + marketing = Coaching
Estiramientos + marketing = Yoga
Imposición de manos + marketing = Reiki
Ser hippy + marketing = Ho'oponopono
Frenología + marketing = Morfopsicología
"No encuentro la forma de defender mi ocurrencia" + marketing = "Lo que sea" cuántico.
"Quiero venderte algo que no funciona para tratar tu enfermedad" + marketing = Medicina alternativa.
"Lo mismo que el de antes pero sin que me puedan perseguir legalmente y, de paso, aprovecharme de que la medicina de verdad le funcionará al paciente pero luego dirá que ha sido gracias a mí" + marketing = Medicina complementaria.
"Lo mismo que el de antes pero con montones de mis ocurrencias" + marketing = Medicina holística
"Lo mismo que el de antes pero que parezca que tengo más estatus" + marketing = Medicina integrativa.

Así que ya sabéis. Sólo por ponerle "bio" delante a cualquier otra ocurrencia, seguramente muchos lo verán como la repanocha en verso. Mucho ojo.


domingo, 11 de octubre de 2015

Perplejidad

De las muchas emociones que me han embargado desde que escuché por primera vez la palabra ciencinazi, entre ellas impotencia, incredulidad, asombro, tristeza, enfado, desesperanza, indefensión, etc, la que predomina es la perplejidad. Y es que quizá, y sólo quizá, yo entro en la definición de esa palabra recién acuñada que seguramente no sabe ni a quién engloba. Supongo que a todo aquel que te pide pruebas de algo que afirmas. No lo sé.

Mi perplejidad es producto de comparar a los nazis con mi trayectoria de los últimos dos años, y no acabar de dar con la relación. Os cuento.

Un día cualquiera, una amiga me dijo que un perro tenía otitis porque su dueño no sabía escuchar. También, que una perra se había curado de su supuesta paraplejia porque su dueña se había desahogado hablando de sus problemas de pareja. Mi primera reacción fue de incredulidad, pero me callé porque tal vez estaba equivocada yo. Eso nunca lo piensan ellos, los crédulos. Somos los incrédulos o escépticos los que pensamos y dudamos. Sin saberlo, yo ya era escéptica, así que dudé. Y entonces me dije: pues voy a buscar información, porque esto suena muy raro y no quiero que engañen a mi amiga. Bueno, todo esto fue mucho más complicado, pero consideradlo un resumen en aras de la claridad.

Así fue como yo, profana absoluta en ciencias pese a haber cursado una ingeniería, me puse a leer, a escuchar, a investigar. Aprendí que hay una cosa que se llama rigor. Aprendí que hay una famosa frase de Sagan que dice "afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias", o algo así. Fijaos que ni me la sé, como buena profana que soy. Aprendí que la ciencia busca esas pruebas, que busca la puesta en común, el consenso y la suspensión del juicio hasta que haya suficiente evidencia como para, quizá, desarrollar una teoría a partir de cierta hipótesis previa.

También me topé con otro tipo de científicos. Hablo de científicos, no de ciencia, porque la ciencia es producto del método científico, y el método científico no es lo que hacen estos científicos. Son científicos que afirman algo y están tan seguros de que lo que dicen es verdad, que practican el cherry picking día sí y día también, o tal vez enuncian algo, ven una correlación (que no causalidad) cualquiera y ya aseguran que lo que dicen es cierto, publican artículos y libros y se frotan las manos esperando beneficios.

Y los reciben. Vaya si los reciben.

En el caso que me atañe, es decir, el del perro con otitis cuyo dueño no escuchaba, mi investigación me llevó a Hamer. Por cierto, un nazi (de los de verdad, antisemita y todo eso). Hamer estaba en el origen de aquella afirmación, y busqué, como es lógico, pruebas de sus aseveraciones. Cuál no sería mi sorpresa al ver que no había ninguna. Encontré a mucha gente diciendo que había muchas pruebas, pero no hallé ni una prueba de las que presumían, a saber: un montón de seguimientos a pacientes (¿dónde, quiénes?), un comunicado de Siemens afirmando que ciertos artefactos del TAC no lo eran (falso, el comunicado no dice eso), un montón de gente curada (¿dónde, quiénes?). Olía a chamusquina, sobre todo cuando leí que ese médico afirmaba que un tumor que crece es que está en fase de cura, o que el tumor cerebral no existe, que es una cicatriz de otro cáncer que se está curando en tu cuerpo. Y más aún cuando vi la gran cantidad de personas que murieron a manos de este hombre. También leí que Hamer era considerado un charlatán por la comunidad científica y que había sido inhabilitado como médico. Tras todo lo que fui descubriendo, deduje que la "comunidad científica", sin saber muy bien qué era eso, tenia buen criterio (corroborado después en casos similares), y que si un médico es inhabilitado es probable que haya una poderosa razón detrás, y no sólo una conspiración de las farmacéuticas (también corroborado después con otros casos).

Encontré que hay una gran cantidad de ciencicidas: personas que peroran sobre unos supuestos descubrimientos científicos que no existen, que se llenan la boca de términos científicos (como física cuántica) sin conocer su significado real y sus implicaciones y que se los inventan, que pregonan sus ideas extraordinarias sin el menor respaldo experimental en el que basarlas. También me topé con una gran cantidad de personas que se creían esas cosas. Yo me preguntaba cómo era posible, cuando la mayoría de las afirmaciones escapaban al sentido común y a lo ya conocido. No pasa nada si se afirma algo extraño y existen pruebas que lo avalan, pero creérselo sin pruebas es propio de los niños que creen en Papá Noel. Defender algo con uñas y dientes, sin pruebas, es como defender la existencia de las hadas y los unicornios sin haberlos visto nunca o que el cuerno de un rinoceronte cura enfermedades. Aprendí lo que era el amimefuncionismo, aprendí lo que eran los sesgos cognitivos, aprendí lo que era la credulidad, la desesperación de las personas enfermas, la necesidad de creer. Aprendí que para muchas personas razón se opone a emoción, y demonizan la primera, que es la que nos hace personas. 

Y ya está. Aprendí todo eso, y me convertí en una ciencinazi. Sólo por tener en cuenta esas cosas, sólo por aprender a distinguirlas y a valorarlas. Sólo por intentar que mi entorno las aprendiera conmigo, porque el conocimiento es para compartirlo, no para quedárselo uno.

No me importaría si la palabra no fuera tan claramente peyorativa. Pero me importa. Me importa que se llame nazi a alguien que no quiere que los demás sean engañados por estafadores, que quiere que la gente piense por sí misma, que no cree en elegidos ni en iluminados, que cree que el avance es cosa de todos, y no de cuatro listillos que venden su edulcorada versión en packs de cursos de 3000 euros.

Si es esa la opinión que tienes de un nazi, háztelo mirar.

martes, 6 de octubre de 2015

Papeletas

«Pues fíjate: otros se pasan la vida fumando y no les pasa nada, y éste que nunca ha fumado, toma cáncer de pulmón.»

Que levante la mano quien no haya oído o dicho la anterior. No es raro creer que un estilo de vida "te protege" contra el cáncer. Por todas partes estamos bombardeados por varias industrias (literaria, alimentaria, de complementos nutricionales, de deportes...) que no pierden la oportunidad de aprovecharse de la histeria colectiva que rodea el cáncer. Por supuesto, la gente que además cree en "energías" o "karmas" o en el origen emocional de las enfermedades tendrán ciertas losas adicionales sobre sus cabezas, al verse obligados a pensar en "qué han hecho para merecer esto".

Recientemente me he cruzado con este artículo: "John Wayne y las otras 90 muertes por cáncer de aquel rodaje en Utah". El artículo comienza muy interesante, hablando de un rodaje cerca de un campo de ensayo de armamento nuclear, y de cómo tuvo como funestas consecuencias una serie de muertes por todo tipo de tumores. Lo que me llamó la atención del artículo, más allá del amarillismo en sí de la noticia, fue:
"Aquel mismo año [1956], el compositor de la banda sonora, Victor Young, murió a causa de un tumor cerebral. A lo largo de 1963, el director Dick Powell falleció a causa de un linfoma y el actor Pedro Armendáriz se suicidó de un disparo tras averiguar que sufría un cáncer de riñón terminal. En 1974, Agnes Moorehead perdía la vida por un cáncer de pulmón. En 1975, la protagonista, Susan Hayward, tenía el mismo final por un tumor cerebral. En junio de 1979, víctima de un cáncer de estómago que se extendió al hígado y el páncreas, John Wayne. En 1991, John Hoyt, por un carcinoma de pulmón. Así, hasta 91 de las personas, de las 220 que participaron en el rodaje en el desierto, contrajeron cáncer y murieron durante los siguientes 30 años, 46 antes de 1980."
Y, en fin... parece bastante osado atribuir todos y cada uno de esos casos de cáncer (incluidos los que aparecieron más de diez años después, no digamos ya los de cuarenta años) al rodaje.

La psicooncóloga Tània Estapé lo explicaba estupendamente en un comentario reciente y no cabe más que subrayar cada palabra. El escenario es el siguiente: vivir causa cáncer. Es más: si estamos aquí (como especie), es gracias a las mismas mutaciones que en ocasiones acaban degenerando en cáncer.

No sólo me refiero a que haya cosas de nuestro día a día que (real o presumiblemente) causen cáncer. La lista sería tan larga que casi se puede abreviar enumerando todo lo que no lo haría. No podemos olvidar que vivimos en un pedrusco espacial que contiene en su corteza cierta parte de sustancias radiactivas. Que la luz solar que baña la vida en la Tierra desde su inicio es mutagénica. Que el oxígeno que respiramos oxida, y esa oxidación genera radicales libres, que son mutagénicos (¡y ojo, que en ocasiones nuestras propias defensas también usan esa misma reacción para destruir a malvados invasores! Un exceso en la toma de los "antioxidantes" de moda podría mermar dicha capacidad). No podemos olvidar que, desde nuestra propia estrella hasta la otra punta del espacio se están generando partículas hiperenergéticas que nos permean constantemente, y nada evita que puedan chocar contra una parte en concreto del ADN de una célula que ya tuviera estropeadas ciertas partes, haciéndola degenerar en un tumor. Es más, alguno hasta aventura que la "materia oscura", si fuera de cierto tipo, también causaría cáncer.

Al final del día, lo que podemos tener claro es que lo único con lo que contamos es con una serie de papeletas para contraer cáncer. Muchas de ellas nos las regalan al nacer, en forma de defectos genéticos heredados que nos predisponen a sufrirlo (predisponer no es tenerlo con seguridad, pero sí con más facilidad que otras personas que no lo tuvieran). Otras ya hemos visto que las recibimos por el mero hecho de estar suscritos al club de los terrícolas. o el de los "habitantes de este Universo". Por supuesto, un factor importante es el ambiente en el que vivamos (¿polución ambiental? ¿detonación cercana de bombas nucleares?), que también nos aporta unas cuantas papeletas más. Algunas que no hemos comentado (como ciertas infecciones). Y, finalmente, el estilo de vida (que a su vez puede venir "predispuesto" de nuevo por otra serie de papeletas genéticas, como una facilidad para caer en adicciones, o socioculturales, por modas absurdas). Por supuesto que hay que cuidarlo para minimizar el número de papeletas en nuestra contra, pero aunque las reduzcamos a 0 (dieta equilibrada, nada de alcohol o tabaco, ejercicio moderado... lo de toda la vida, vaya), seguiríamos teniendo todas las demás.

Hay una buena noticia: por todo lo anterior, seguramente todos estamos desarrollando cánceres con cierta frecuencia. Ésa no es la buena noticia, ése es un hecho. La buena noticia es que también hay papeletas a favor nuestro: por lo general, las células tumorales están tan estropeadas que se acaban estropeando del todo y no llegan a ninguna parte. Otras se reparan. Otras son eficientemente marcadas por nuestro propio sistema inmune (probablemente a medio plazo veamos un auge de técnicas de inmunología contra el cáncer; vivimos tiempos maravillosos). Otras no llegarán a conseguir arraigarse a algún lugar de donde puedan obtener los nutrientes necesarios, y quizá quedarán en algún rincón de nuestros cuerpos a la espera de mejores épocas, sin llegar a crecer jamás. Otros, los pocos, la minoría, son los que van a darnos mucho la lata a los desafortunados a los que todas las papeletas a favor y todas las papeletas en contra terminen con un resultado desagradable para el poseedor.

Reincidiendo: actualmente probablemente se está pecando de un alarmismo excesivo contra supuestas causas de cáncer. Quizá incluso se estén sobrediagnosticando tumores que jamás llegarían a causar un problema real a su portador (y por supuesto, a priori a nadie le gusta tener una bomba de relojería dentro, así que esperemos que la medicina avance lo suficiente para poder decidir mejor cuándo hace falta intervenir y cuándo no es realmente necesario). De hecho, seguramente muchos de los "curados" por pseudoterapias se trata de este tipo de agraciados, en los que el tumor no iba a suponer un problema real con "tratamiento" o sin él. Quizá haya causas de cáncer muy usuales que estamos pasando por alto por ser menos evidentes. Quizá estamos quejándonos del tabaco mientras conducimos un diésel, o quejándonos de un herbicida mientras fumamos. O quizá estemos respirando, sin más. Quizá alguien nos intente relacionar el cáncer con circunstancias vitales tan comunes que son imposibles de evitar, sin pensar en que tiene tanto sentido "tengo un cáncer porque me enfadé con un familiar" como "tengo un cáncer porque iba vestido" (seguramente, siempre que alguien ha desarrollado un tumor ibas vestido; las correlaciones con circunstancias usuales son así de engañosas).

Como fuere, el mundo de la oncología es un campo terriblemente complejo. Tanto, que lo único seguro es que si te están vendiendo un remedio simple para curarte, es que te están mintiendo. Desgraciadamente, cuando te venden esos remedios probablemente estés desesperado y pienses que cuantas más papeletas a tu favor, mejor. Aunque luego esas papeletas no sean válidas y le des tu dinero (y dediques tu tiempo) a sus tomboleros... A ellos siempre les toca.

Lectura recomendada: http://elpais.com/elpais/2015/10/01/ciencia/1443697852_761245.html